jueves, 26 de agosto de 2010

Carnicería


— Buenas tardes, querría cuatro filetes de riñonada.

— En seguida.

— Bien.

— ¿Qué tal estos?

— Sí, esos mismos.

— Son cuatro del ala.

— ¿Del ala? No, he pedido de riñonada.

— Y yo le he dicho que son cuatro, ¿le parecen muchos?

— No, son los que he pedido.

— ¿Entonces cuál es el problema?

— Que creo que no le he entendido bien.

— Me tiene que dar usted cuatro pavos.

— ¿Pavos?

— ¿Es usted sordo?

— No le entiendo. Yo le he pedido cuatro filetes.

— Y yo le he dicho que son cuatro pavos, señor, cuatro.

— Verás yo... yo no funciono así. No tengo ningún pavo.

— Pues si no hay pavos, no hay filetes.

— Pero oiga, ¿de dónde voy a sacar yo ahora cuatro pavos?

— Ese es su problema, caballero. Pero así funcionan las cosas en este país.

— ¿De veras?

— Por supuesto. ¿Qué clase de carnicero se ha creído usted que soy?

— No el que yo esperaba, desde luego.

— Si no piensa pagarme estos filetes, será mejor que se marche de mi tienda.

— De acuerdo, vale. Compraré pavos si es lo que quiere. ¿Tiene?

— Claro que tengo. Esto es una carnicería.

— Y si compro cuatro, ¿me regala los filetes?

— ¿Qué? ¡Largo de aquí, fuera maldito imbécil!


Imagen: Cortu

0 comentarios: